Padre Misericordioso

¿Por qué marchamos?

No es una pregunta fácil de responder y comprender. Más aun cuando quienes nos movilizamos, no lo hacemos por un reclamo propio, sino que lo hacemos por un otro. Y ese otro es uno como nosotros, es persona. Aunque con una particularidad: es un otro que está esperando una mano que lo levante, un abrazo que reconforte y una palabra que aliente y de esperanzas.

Entonces, ¿por qué marchamos? Lo hacemos por estos otros, nuestros pibes olvidados que necesitan de nuestra ayuda: necesitan ser mirados, escuchados y abrazados para que vuelvan a confiar en ellos mismos, para que crean que pueden salir de toda situación oscura que estén atravesando, que sientan que la sociedad los acepta y los valora tal cual son.

Hoy somos la voz de aquellos que se sienten perdidos, excluidos y vacíos por diferentes problemáticas de consumo o vulnerabilidad. Y este grito desesperado reclama con fuerza y amor por el derecho a vivir dignamente. Su esperanza de volver a comenzar, jamás se apagará.

Marchamos por cada uno de esos pibes que hoy ya no están, a los que lamentablemente el consumo les ganó y la ayuda no llegó a tiempo. Por todas esas familias que sufrieron sus partidas. Los lloramos, los recordamos, los llevamos con nosotros pero nos hacen más fuertes.

Y es en la fortaleza de que todo va a salir bien, los abrazamos, los recibimos, los acompañamos, los animamos a seguir adelante y a recordarles que no están solos. Sepan que El Amor todo lo cura y confiemos en que Dios nos acompaña y nos guía para seguir recibiendo la vida como viene.

Por Noelia Enríquez, coordinadora Centro de vida Del Valle.

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